El jazz y el cine negro siempre se movieron por territorios comunes. Son géneros que sólo tienen razón de ser con el auge del urbanismo contemporáneo, donde el crecimiento y desarrollo de las ciudades, crea y genera un estilo de vida que rompe con las tradicionales vínculos familiares y profesionales que caracterizaban a la sociedad occidental tradicional.
La mayoría de los grandes géneros de la música popular contemporánea nacieron en ambientes urbanos turbios más o menos cercanos a la delincuencia: clubs, cabarets, bares, burdeles, casinos etc. Es ese el caso del fado, nacido en tabernas populares. Del bolero, que siendo de origen europeo, eclosionó en los grandes y casinos salas de baile cubanas. El tango, una música que se autoafirmó en los arrabales y los prostíbulos. ¿Y que decir del jazz? nacido en los guetos negros de Nueva Orleans y luego difundido a través de los clubs de Chicago y Nueva York donde la gente deseosa de alcohol y fiesta, burlaba la estúpida Prohibición mientras hacía inmensamente poderosos a los ídolos del momento: gangsters y contrabandistas.
Esa turbiedad fue materia de trabajo por los grandes autores de novela negra y finalmente para los osados directores que en el Hollywood dorado intentaron reflejar, con más o menos éxito, aquel ambiente urbano que les había tocado vivir. Sin embargo ambos géneros, siendo expresiones paralelas del mismo tiempo vital, llegaron a combinarse convincentemente en raras ocasiones. En los años 30, 40 y 50 la gran industria del showbusiness no podía permitirse ligerezas en el tema racial. Los negros solo tenían utilidad como sirvientes caricaturescos en las comedias y dramas o como músicos tocando en segundo término en escenas que tenían como escenario los típicos clubs nocturnos de la época. Y aún así eso era rarísimo, lo normal es que los jazzmen de color se limitasen a componer parte de la banda sonora. Otra característica del jazz en el cine negro, cuando aparece en imagen, es el uso de sus motivos para ambientes perturbadores, pesadillescos y donde los protagonistas se abandonan a cierta perversión lúdica.
Dos ejemplos del uso del jazz como motivo musical y formando parte de la puesta en escena:
El combo de Kid Ory solo se oye de fondo en la fantástica Crossfire (1947) de Edward Dmytryk:
Sin embargo, Illinois Jacquet actúa endirecto enCon las Horas contadas ( D.O.A.) de (1950) Rudolph Maté :
Con los músicos blancos hubo más suerte. En Phantom Lady (1944), el actor secundario Elisha Cook, un eterno apaleado en sus papeles en el cine negro, interpreta a un baterista de jazz que participa en una jam session:
También la industria se permite cierta versatilidad si el músico negro es toda una institución o si a mayores va acompañado por una estrella blanca bien querida por el público. El caso de Louis Armstrong y Mickey Rooney en The Strip (1951). En la sesión también está Jack Teagarden al trombón, Barney Bigard al clarinete y Earl Hines al piano:
En 1958,el saxo barítono Gerry Mulligan y su grupo, en el que se incluye el trompeta Art Farmer, actúa en el intenso melodrama protagonizado por Susan Hayward, ¿Quiero vivir?.Es una de las primeras películas de ficción en la que el jazz posterior al swing aparece en primer plano:
Es imposible no acabar esta pequeño repaso sobre el jazz y el cine negro clásico, sin citar esa maravillosa banda sonora que compuso Duke Ellington en 1959 para una gran película de Otto Preminger. Es Anatomía de un asesinato y comienza de esta manera:
Habrá más en el futuro. Prometido.